El año pasado tuve la oportunidad de decorar un clavicordio. Por si no conoces este instrumento musical, te cuento brevemente su historia.
Las raíces del clavicordio se remontan a tiempos de Pitágoras en forma de monocordio, un instrumento de una sola cuerda y con puente movil. Él lo utilizó como herramienta para experimentar los diferentes intervalos musicales y teorizar sobre «la música de las esferas».
A lo largo de la historia fue sufriendo distintas modificaciones, añadiéndose más cuerdas y teclado. El primer documento que testifica la existencia de un clavicordio es el «Der Minne Regel» escrito en 1404 por Eberhard Cersne (Alemania). Es aquí donde aparecen los términos clavicordio, monocordio y clavicymbalum. Las primeras referencias escritas sobre su construcción se deben a Henri Arnaut de Zwolle (1440).
El «padre» del que ves en las imágenes que acompañan a este post es Raúl Martín Sevillano, constructor de clavicémbalos. Es una copia de un clavicordio original de 1775 construído por J.H. Silbermann que se puede ver en el museo de Nuremberg (Germanisches National Museum).
Para la decoración interior de la tapa del clavicordio, de madera de pino, el cliente quiso que la simbología evocase «el día y la noche». Eligió el árbol como unión entre la Tierra y el Cielo en el que sus raíces se nutren de la música, bañado por la luz de la Luna. En el otro extremo, el Sol y su otra pasión, su familia.
Solo puedo decirte que, además de recibir su instrumento deseado, también se llevó un trocito tanto de Raúl como mío.